Mañana hemos de conmemorar el bicentésimo sexagésimo primer aniversario del natalicio de don José Gervasio Artigas, fundador y jefe de la nacionalidad oriental. Marcan 261 años, con vigencia augusta desde que Artigas Cruzó a Buenos Aires para incorporarse a la lucha por la independencia y reclamar el fin de toda monarquía, ateniéndose a los proyectos que plasmó desde 1813 en las Instrucciones.

Como corresponde a la trascendencia histórica del quehacer de Artigas, este 19 de Junio será una jornada patriótica y republicana. Y como corresponde al parentesco espiritual que sembró nuestro héroe mayor, será una jornada de afecto entre todas las generaciones, consagrada como Día del Abuelo.

No debemos pasar por alto ninguna de las dos significaciones del 19 de Junio, feriado laborable que merece una pausa espiritual doble: una pausa, para meditar sobre la inmensa acumulación de ideales, sueños, propósitos y obra realizada que deriva de lo que inspiró y sembró el Prócer; y otra pausa, para poner en valor la sangre y los sentimientos que unen a los niños y los jóvenes con los padres de sus padres y para realzar el vínculo que une y debe unir a las generaciones entre sí.

Los temas de esas dos pauses están en la base misma del tipo humano que forjaron las tradiciones y las meditaciones de los grandes constructores del pensamiento público y el ideario personal de nosotros, los uruguayos.

A diferencia de otras naciones lejanas y cercanas, la República Oriental del Uruguay funda su existencia en una filosofía que le da primacía a la persona, por lo cual a los gobiernos dictatoriales les oponemos la majestad de las urnas y a los atropellos contra lo humano les oponemos nuestro clamor por justicia y libertad.

En este año 2025 nos toca convivir con guerras, persecuciones, hambrunas y persecuciones étnicas. Lejos y cerca se nos multiplican las infamias.

Con la sensibilidad nacional, todas nos duelen y todas deben dolernos. Y con las raíces artiguistas del ideario nacional, no podrán dominarnos nunca los odios que siembran los extremismos, porque, como enseñó Rudyard Kipling, estamos dispuestos a conservar la cabeza aunque otros la pierdan a nuestro derredor.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.