Hay países que pueden legítimamente enorgullecerse de convivir en libertad y democracia.
Felizmente, entre esos países está nuestro Uruguay, que –aun con intolerantes y con imperfecciones- es apreciado como un ejemplo por muchas naciones que gimen y malviven por obra de dictaduras, populismos, totalitarismos y otros desbordes de gobiernos persecutores.
Pero no creamos que la libertad y la democracia son bienes que se consiguen de una sola vez y se conservan sin esfuerzo. La dolorosa realidad es que hoy las democracias más grandes y notorias del mundo crujen y están en graves problemas.
En estas mismas horas, los Estados Unidos tienen a su líder más encumbrado, el que encabeza las encuestas para las próximas elecciones, jugándose la inmunidad y el futuro personal y electoral ante el Tribunal Supremo, que deberá juzgar si le corresponde pena o no por la asonada que puso en riesgo la institucionalidad al final de su mandato.
Y también en estas mismas horas, la esposa del jefe del gobierno español, Begoña Gómez, acaba de ser sometida a una indagación penal por la imputación de tráfico de influencias que le han dirigido desde periódicos sin reputación.
En respuesta, el Presidente de España, Pedro Sánchez, suspendió toda actividad pública hasta el lunes 29 de abril, para resolver si se queda o se marcha. Simultáneamente publicó una carta patética, en la cual señala que lleva meses soportando acoso mediático de un movimiento derechista llamado Manos Limpias. Afirma que en julio de 2023, “La democracia habló, pero la derecha y la ultraderecha no aceptaron el resultado electoral” y que es por eso que ahora “han traspasado la línea del respeto a la vida familiar de un presidente del Gobierno y han puesto en marcha una “máquina de fango” para “tratar de deshumanizar y deslegitimar al adversario político a través de denuncias tan escandalosas como falsas”, para “destruir personal y políticamente al adversario”
Agrega el señor Sánchez: “Se trata de una coalición de intereses derechistas y ultraderechistas que se extiende a lo largo y ancho de las principales democracias occidentales”. Dolorosamente, la denuncia es gravísima pero no puede sorprendernos, ya que hace años que el diálogo democrático y el respeto por la persona han sido atropellados por ofensas a los políticos y por rebajas a la condición del ciudadano.
Si cosas de esta magnitud suceden a la vez en democracias como la de Estados Unidos y España, nosotros no debemos dormirnos en los laureles que nos prodigan desde afuera ni en la pereza mental que nos amenaza desde adentro.
El primer deber del alma ciudadana es mantenerse lúcida y alerta.
Votando con el alma y abrazando con el alma al discrepante,
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.