Los hechos de los últimos días han confirmado que debemos ocuparnos a fondo de la libertad y la democracia, que enfrentan riesgos tecnológicamente renovados.

El Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, primero intervino sin pudor en la vida interna de Brasil, protegiendo a Bolsonaro frente a acusaciones judiciales notoriamente justificadas; y después –especialmente en las últimas semanas- intervino, también sin pudor, apoyando a Milei y su partido en las elecciones de medio término cumplidas ayer. Lo apoyó con gestos, con palabras y con 40.000 millones de dólares, parte de los cuales se usaron para aplacar la suba del dólar.

El apoyo de Trump resultó eficaz y el mileísmo logró el 40 % de los votos, en tanto los votos sumados del peronismo quedaron en el 34,7 % y la Alianza de Gobernadores independientes consiguió apenas el 7,4 %.

Para el Derecho, es un bien que se haya derrotado al kirchnerismo, que es una mezcla de populismo y corrupción, cuya líder Cristina Fernández está presa por coimas- Pero para el Derecho y para la democracia, no es bueno que el triunfo se asiente en un endeudamiento cuyas condiciones no se conocen, plasmado en la singularidad de que el Tesoro de Estados Unidos entró directamente a comprar pesos argentinos, colocando dólares frescos para que el mercado se calmara.

Si al kirchnerismo se le reprochaba que antes de cada elección aplicaba un deficitario “plan platita” en el bolsillo de los ciudadanos, no debe aceptarse como normal que el mileísmo haya usado un “plan plata grande” para endulzarle la vida al mercado.

Felizmente, en el Uruguay nuestras elecciones no se corrompen con esta clase de desviaciones. Nos protege la costumbre y nos protege un sistema institucional mucho más fino que el de nuestros hermanos de allende el Plata: la Constitución prohíbe a nuestros Presidentes hacer campañas electorales y prohíbe también endeudamientos fuera de control parlamentario.

Pero no creamos que estamos vacunados. Con modelos transitoriamente exitosos como Trump y MIlei, siempre hay riesgo que aparezcan núcleos de admiradores extraviados, que quieran aplicar en nuestras playas orientales las fórmulas exitosas que venden los asesores contratados a espaldas de los pueblos.

Por lo cual, a la vista de lo que sucede lejos y cerca, el deber de la hora es, como siempre, cuidar como ciudadanos la libertad, el estado de Derecho y la democracia, mostrando sus imperfecciones para suprimirlas, de modo que jamás nos entreguemos a las vociferaciones de los fanáticos y edifiquemos el país desde un pensamiento libre y universal y desde una filosofía que ennoblezca a la persona, en vez de explotarla y degradarla.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.