En rueda de prensa especialmente convocada, el ex Presidente José Mujica anunció ayer que tiene un tumor en el esófago, cuyo tratamiento se verá dificultado por padecer una dolencia autoinmune que le restringe las terapias.

          En amigos y adversarios -en quienes lo aplauden y quienes lo rechazan- la noticia provocó el estremecimiento personal de solidaridad que corresponde a un pueblo que, en su Constitución altamente republicana, funda las instituciones en el respeto por la persona humana y hunde sus raíces en los valores de la cultura greco-judeo-cristiana.

          La vida del señor José Mujica Cordano ha sido una inmensa parábola. Saltó a la fama en crónica policial, por los asaltos tupamaros de 60 años atrás. Adquirió perfil propio desde una prisión donde se le infligió un aislamiento cruel e inadmisible. Y al terminar la dictadura y recobrar el Uruguay la libertad, le dio personalidad político-partidaria a un movimiento que había nacido para la guerrilla urbana. Y con una prédica directa y una llaneza coloquial, a punta de carisma y palabras gruesas, José Mujica fue investido por la mayoría ciudadana como Presidente de la República.

          Fue respetuoso de la Constitución.

          Al dejar el gobierno y volver a su quinta, se dedicó a pensar en voz alta, alejándose de los extremos y diciendo muchas veces cosas que comparten sus amigos políticos tanto como sus adversarios.

          El día que en el Uruguay la filosofía recupere el lugar que hoy le  arrebatan las obsesiones materialistas, comprenderemos la vida como un viaje hacia los niveles superiores de conciencia -esa conciencia  cuyos destellos nobles provocan, en estas horas, la solidaridad con el ex guerrillero que se hizo pensador mucho más allá de lo político.

          Amigo de esta casa, oyente de Radio Clarín -declarado tal cuando nos visitó hace pocos meses-, le extendemos fraternal compañía y le deseamos que salga airoso en la nueva lucha que le toca acometer.

          Interpretamos así los mejores sentimientos igualitarios de un pueblo que se sabe llamado a elevar su mira y a exigir su voluntad, cada vez que asume o acompaña misiones que merodean los límites de la condición humana.

          Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.