A través de las redes sociales, varios grupos de adolescentes convocaron a una pelea tumultuaria en la puerta del Nuevocentro Shopping. Tuvieron éxito. La riña tumultuaria llegó a concretarse el domingo pasado.
Felizmente, la policía –que sabía lo que se estaba gestando- montó un operativo en la zona y llegó a tiempo para detener a los principales protagonistas y someterlos a la Justicia.
Los arrestados fueron un adulto y 21 adolescentes, cuya situación quedó sometida a la Fiscalía de Adolescentes de 2º Turno, a cargo de la fiscal Mirna Busich.
Trece de los veintiún adolescentes detenidos resultaron condenados. Entre ellos, a dos chicas se les tipificó riña calificada con resultado de lesiones y desacato agravado. A tres adolescentes varones se los condenó por riña calificada, atentado agravado y desacato agravado. A uno se le tipificó tráfico de armas y se le impusieron 6 meses de reclusión, que se suspendió, cambiándola por libertad asistida. Los restantes siete jóvenes fueron condenados por riña calificada en régimen de libertad asistida, que cumplirán en el Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente.
Los ocho adolescentes que quedaron en libertad tendrán prohibido acudir a concentraciones convocadas por redes sociales, mientras continúa la investigación.
Como episodio de Derecho Penal juvenil, el caso está terminado. Pero como evidencia de morbo y como prueba de caída cultural, el asunto no debe cerrarse, ya que llamarse por Instagram o por Equis para pelear entre personas que apenas se conocen indica desamor por el otro y desamor por sí mismo, junto con una pobreza intelectual de campeonato.
En ese derrumbe se conjugan padres, vecindarios, narco-cultura, insuficiencia de la educación y ausencia de prédica a través de los medios de comunicación. Sí: el Uruguay ha dejado de levantar el espíritu en una parte grande de sus hijos. La falla no radica sólo en el Estado. Está en la casa, en las familias destrozadas, en la costumbre de aceptar la violencia y el disparate como “hechos sociales que se dan” y no como desafíos para manejarse con cabeza y con voluntad.
Estamos ante un desafío cultural que no debemos pasar por alto, porque no es aceptable conseguir logros y lauros como país y, al mismo tiempo, tener cabezas y corazones atrofiados y deformados.
Al fin de cuentas, para corregir la conducta es tarea principal abrir los cerebros y los sentimientos. Y esa es una tarea sobre la cual todos tenemos el deber de contribuir, alzando cada uno su voz y sus verdades.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.