Mañana, 17 de mayo, se celebrará el Día Mundial de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información.

          La fecha fue elegida porque el 17 de mayo de 1865 –hace 159 años- ocurrieron dos hechos trascendentales: se fundó la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT, con sede en Ginebra,) y se firmó el primer Convenio Telegráfico Internacional.

          Ese fue el punto de partida para la formación de la primera red mundial de comunicaciones, que se hizo con el pitido  intermitente del alfabeto Morse, a través de pulsos eléctricos trasmitidos de ciudad en ciudad, de país en país y de continente a continente.

          Entretanto, los físicos avanzaban ya sobre el vínculo entre la electricidad y las ondas electromagnéticas. Ello permitió eliminar la conducción de las señales a través de cables e instalar lo que se llamó “telegrafía sin hilos”, que fue la madre de la radio y la televisión, una industria que le cambió la vida a la humanidad.

          El siglo XX vivió el milagro de industrializar el uso de las ondas hercianas y hacernos escuchar voces lejanas en el receptor de radio que estaba en casa. Después los transistores sustituyeron a las antiguas lámparas, y así nació el receptor portátil que nos acompañó a todos lados desde 1955 hasta fines del siglo pasado. Desde entonces la radio y la televisión sumaron a su transmisión en AM y FM el transporte de las señales a través de Internet, con lo cual hoy llegan a nuestras computadoras y a nuestros teléfonos celulares –que se han convertido en  computadoras ambulantes.

          Las comunicaciones han creado un mundo en que nada está lejos y todo parece estar al alcance de la mano. Y ese es un enorme bien tecnológico, que bien merece que le rindamos admiración y gratitud todos los días, y no sólo en la fecha de mañana 17 de mayo, constituida en Día Mundial de las Telecomunicaciones.

          La radiodifusión informa con las noticias, acompaña con el mensaje, inspira con la música de todos los tiempos. La radiodifusión nos forma personal y colectivamente.

          Por eso, debemos valorarla no sólo por el hecho de que comunica y debemos atender qué contiene, es decir, qué comunica.

          En un mundo asediado por malas noticias, donde la paz convive con guerras interminables y donde se proclaman disparates ante la indiferencia de muchos, hace falta que a la libertad de comunicación la regulemos con la responsabilidad sobre lo que pensamos, decimos y transmitimos.

          La radiodifusión es vehículo de compañía, semilla de inspiración y pantalla gigante de la imaginación.

          Por ser todo eso, la radiodifusión y la informática constituyen herramientas formidables para realzar la cultura de pueblos que, como el nuestro, necesitan dejar el barro de las malas noticias y levantar el espíritu hacia metas altas.

          Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.