En la campaña electoral ya desatada, aparecen sobre el tapete temas que aparecen como principales: la inseguridad, las fuentes de trabajo y la educación.

          Cada uno de esos temas motiva estadísticas, análisis y pronunciamientos técnicos que sstán debajo de las expresiones políticas –que tienen acentos distintos pero en las palabras se parecen mucho.

          Ahora bien.

          Un país no es una lista de temas económico-sociales y una nación no es sólo un inventario de rubros para atender.

          Un país es una unidad política; y una nación es una voluntad colectiva de querer vivir con principios, sueños, ideales y esperanzas.

          Y en eso tenemos déficits que no se colman con programas porque no son materia técnica sino cuestiones de arte y filosofía de vida: tienen que ver con los estados del ánimo común, con los sentimientos y con la actitud.

          Esos déficits se aprecian por fuera de las estadísticas y no basta ninguna encuesta para decir cuánto se sienten y cuánto se sufrfen.

          Nuestro país tiene rincones geográficos a los que llamaos el Uruguay profundo. Pero hay otro Uruguay profundo: el que llevamos en el alma, como personas y como ciudadanos.

          Ese Uruguay nos da alegrías pero siempre nos requiere algo más: un “algo más” que a veces lo da la vida del Estado y de la política, pero muchas veces necsita de nosotros mismos, en todo eso donde ni la política ni el Estado pueden resolver.

          Si queremos realmente que el Uruguay alcance metas mucho más altas quer las que logró hasta ahora, debemos empezar por nuestras propias responsabilidades, restableciendo el trato humano, abierto, cordial e intimista, en vez de aislarnos por la despersonalización que nos impone la tecnología.

          En weso podemos hallar la redención de la buena educación, de los huenos modales y de la fe en la vida.

          Esa redención está mucho más allá de las urnas, en la vida diaria de nuestro quehacer común.

          Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.