Con la identificación de los restos óseos informada ayer martes, Amalia Sanjurjo Casal se convirtió en la sexta persona desaparecida durante la dictadura cívico militar que sufrió nuestro país entre 1973 y 1985.
Las excavaciones para encontrar los restos de los desaparecidos habían comenzado en 2005, por orden del entonces presidente de la República, Tabaré Vázquez.
Como bien se ha señalado en estas horas, en el mismo sitio que aparecieron los restos de Amalia Sanjurjo Casal, habían aparecido los cuerpos de Julio Castro en 2011 y de Ricardo Blanco Valiente en 2012.
Castro era un reconocido maestro de profesión y era periodista. Estaba casado y tenía dos hijas. Fue detenido el 1° de agosto de 1977, cuando salía de la casa de un amigo, en avenida Rivera y Llambí.
Blanco, en tanto, era de Mercedes, pero vivía en Montevideo. Tenía dos hijos y estaba casado. Luego de ser destituido de UTE, trabajaba como comerciante y era militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR).
Como recuerda Sitios de Memoria Uruguay, los primeros restos encontrados fueron los de Ubagésner Cháves Sosa, que fue hallado a fines de noviembre de 2005 en el predio conocido como la “Chacra de Pando”
Pocos días después del hallazgo de Cháves Sosa, apareció el cuerpo de Fernando Miranda, padre del expresidente del Frente Amplio Javier Miranda. Miranda era escribano, docente universitario y tenía dos hijos.
También fueron hallados los restos de Eduardo Bleier, el 27 de agosto de 2019 en el Batallón N° 13 de Infantería y fue identificado el 7 de octubre de ese año. Bleier era odontólogo, casado y con cuatro hijos.
El descubrimiento de estos restos y la confirmación de su identidad es un bien en sí mismo y una fuente de serenidad para los familiares y amigos de la infortunada víctima.
Al mismo tiempo, implica la confirmación de las políticas de apertura y búsqueda que, con distinto alcance, se implementaron desde que el Presidente Jorge Batlle impulsó la Comisión para la Paz.
Aun así, la verdadera medida que debemos adoptar en homenaje a las víctimas de tortura y muerte, es la decisión de luchar contra la intolerancia fanática y la criminalidad que asesina.
Ese es un flagelo diario cuya amenaza pende sobre todos.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.