Lanzada ya la campaña para las elecciones internas de los partidos políticos, tenemos oficialmente instalada una danza de nombres y una proliferación de números que llega a ser pintoresca.
En el Uruguay electoral, hicieron larga y honda huella los números de dos dígitos: la 14, la 15, la 40, la 71, la 63, la 80 y la 90 indicaban definiciones partidarias nítidas. A lo sumo, llegaba a haber números de tres dígitos, como la lista 400.
Esa tradición de números relativamente bajos la quebraron las elecciones internas. A partir de la reforma constitucional de 1996, los números se han disparado hasta el punto de tener cinco o seis cifras, con lo cual aparecen números de decenas y centenas de miles, que resultan imposibles de memorizar en las escasas semanas de una batalla efímera.
En realidad, esos números de las elecciones internas nacen para durar poco; y es bueno que duren poco, porque para tener una democracia fuerte y sana lo que más debe importarnos es que los partidos políticos conserven su unión interna y se dediquen mucho más a generar conceptos que a instalar divisiones en torno a números y postulaciones.
Más aun: para que la democracia nos brinde los mejores frutos como sistema de gobierno, hace falta que la ciudadanía participe de una lucha de ideas y propuestas, de modo que el destino de la nación no quede en manos de tecnócratas ni de asesores externos, y tengamos un país regido por una idealidad clara y por principios que se cumplan, como le aconsejó don Quijote a Sancho Panza para la isla de Barataria, cuando le pidió que se manejara con “Pocas pragmáticas, Sancho, pero que se cumplan”.
En crisis de seguridad y en indolencia cultural, hace falta que la sensibilidad, el pensamiento y los ideales lleven la vida nacional a niveles de exigencia y excelencia, porque sin ellos el Uruguay queda debajo de lo que puede y deber ser.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.