Ayer el Presidente de la República Luis Lacalle Pou señaló que en los años de su gobierno bajaron muchos delitos, pero lamentó públicamente que con los homicidios no se ha tenido éxito, aclarando que no los justifica ni explica con el argumento de que su aumento se deba a “ajustes de cuentas”, que se usaba en gobiernos anteriores.
Enseguida, salieron las respuestas, que aparecieron teñidas de militancias partidarias.
Más allá de que esas respuestas sean certeras o no, la realidad es que el avance de la campaña electoral le coloca signo militante a todos los temas que saltan a la luz pública.
Las declaraciones de gobernantes y opositores se leen con anteojeras partidarias; y muchas opiniones se profieren como herramientas en la confrontación electoral más que como afirmación genuina de posturas de fondo.
Ese fenómeno –que podríamos llamar electoralitis– tiene raíces históricas y, por tanto, es explicable y comprensible, pero no por ello deja de ser una desgracia, una rémora, un palo en la rueda de los sentimientos y el pensamiento ciudadano.
Todos sabemos que el Uruguay tiene temas que nos duelen a todos por igual. Entre esos temas, el principal es la incultura, fruto amargo de una educación insuficiente y de una comunicación que apunta a lo frívolo y superficial en vez de sembrar entusiasmo por el desarrollo del espíritu como sentimiento, pensamiento y voluntad.
La incultura de base llama tras de sí a un cortejo de desgracias que encabeza el delito, que llega al grado de crimen especializado y que instala una subcultura narco, que emponzoña el destino de quienes carecen de una conciencia activa, vigorosa, que sepa diferenciar entre el bien y el mal, en vez de creer que todo da lo mismo porque delito siempre hubo.
Sobre esos temas, deberíamos dialogar todos juntos, sin prejuicios y sin cintillos, porque la desgracia de tenerlos sin resolver nos afecta a todos.
El Uruguay sigue teniendo rasgos por los cuales se distingue en el contexto del continente. Pero no basta compararnos con otros que están peor.
Nuestro deber es darnos cuenta que ningún partido podrá resolver por sí solo la enorme crisis de convivencia que nos azota, y que se refleja en la inseguridad pero es causada por la incultura de vastos sectores.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.