Las elecciones de diputados del Parlamento europeo ayer mantuvieron, en general, las tendencias ya reflejadas en el elenco de diputados actuantes hasta ahora. Pero en Francia los comicios provocaron un doble estremecimiento.
El primer estremecimiento lo produjo el escrutinio de lo que votaron los franceses, ya que el 40 % votó por formaciones de extrema derecha.
El segundo estremecimiento lo generó el Presidente Emmanuel Macron, quien, ante la derrota de sus candidatos, disolvió el Parlamento y llamó a elecciones, haciendo uso de las facultades que le otorga la Constitución. Como consecuencia, el cuerpo electoral francés expresará su voluntad en este fin de mes, actualizando la representatividad de los integrantes de su Poder Legislativo.
Esa actitud del Presidente de Francia no debe pasarnos inadvertida, porque indica sensibilidad a los pronunciamientos populares.
Pero por encima de la solución que pueda darle el Presidente Macron a la coyuntura adversa que debe afrontar, debemos ser sensibles a la realidad de que el triunfo de la extrema derecha nos muestra que la tendencia a la polarización extremista logra éxito incluso en Francia, cuyo lema de “Libertad, igualdad, fraternidad” llama a la armonía y la razonabilidad –y no a la contraposición entre enemigos.
Dolorosamente, la vida interna de las democracias le abrió campo demasiado amplio a las insolencias de un Milei y al desparpajo de un Trump, como antes le abrió crédito ideológico y hasta admiración política a dictaduras como la de Cuba, Venezuela y muchas más.
Nada bueno se puede esperar de esa manera de contraponer a unos contra otros.
En consecuencia, por más que lejos y cerca aparezcan extremismos que llaman a la contraposición y hasta a la guerra interna, el Uruguay debe reafirmar su larga tradición de razonabilidad.
Para ello, deberá promover el diálogo entre adversarios, de modo que defendamos nuestro modo de vida separándonos de las desviaciones, los errores y las crueldades de un mundo que se empeña en olvidar que el primer deber terrenal de cada uno es amar al prójimo como a sí mismo.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.