El 16 de mayo –hace cuatro semanas-, el Secretario General de las Naciones Unidas, el portugués Antonio Guterres, declaró: “Nada puede justificar los aborrecibles ataques terroristas perpetrados por Hamás el 7 de octubre de 2023. Reitero mi llamamiento a la liberación inmediata e incondicional de todos los rehenes. Y nada puede justificar el castigo colectivo del pueblo palestino. Es urgente un alto el fuego humanitario inmediato y el acceso sin trabas de la ayuda humanitaria a toda Gaza.”

          El 31 de mayo se publicó en Washington el plan que propuso el Presidente  de los EEUU, Joe Biden, para lograr un alto el fuego entre Israel y Hamas, con devolución de los rehenes israelíes capturados por la organización terrorista en la trágica jornada del 7 de octubre y retenidos desde entonces.

          Anteayer el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas hizo suyo el plan de paz del gobierno estadounidense, estableciendo un «alto el fuego total y completo», la liberación de los rehenes en poder de Hamás, la devolución de los restos de los rehenes fallecidos, el intercambio de prisioneros palestinos e israelíes y la apertura de corredores de ayuda humanitaria para el pueblo palestino.

          14 de los 15 miembros del Consejo de Seguridad votaron a favor de la resolución redactada por Estados Unidos. Únicamente se abstuvo Rusia, que, con la conducción de Vladimir Putin, sigue empeñada en una deplorable guerra contra Ucrania.

          El Consejo de Seguridad es el máximo órgano de paz que estableció la Carta fundacional de las Naciones Unidas. Por eso, resulta deplorable que el armisticio no se haya aplicado inmediatamente, sin vacilación ni aplazamiento.

          En este caso, la resolución pacificadora del Consejo de Seguridad se adoptó casi por unanimidad y no fue sorpresiva, puesto que la precedió el apoyo explícito de Occidente, reflejado hasta en el llamado “G-7”, que agrupa a los siete países más ricos del mundo.

          Y a pesar de todo eso, sigue sin conseguirse el alto el fuego, ante la impotencia de la Organización Mundial -que nació en 1945 para garantizar la paz, pero muchas veces se revela insuficiente y casi inútil.

          Institucionalmente, parece que, en el mundo, todos se fueran acostumbrando a vivir con la guerra al costado.

          Ante ello, nuestra formación humanista nos obliga a no adaptarnos, a no resignarnos y a deplorar las matanzas dondequiera se produzcan.

          Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.