En las mismas horas en que, junto con el natalicio de Artigas, celebrábamos el Día del Abuelo, La Diaria consagra una amplia nota a divulgar que en el último año el Ministerio de Desarrollo Social –el MIDES- recibió 178 denuncias y que en los últimos ocho meses la Intendencia de Montevideo registró 190 casos de maltrato a personas mayores.

La cifra impresiona, porque patentiza un promedio de más de una denuncia por día, pero no basta para reflejar todas las discriminaciones y todas las agresiones que se infieren a los adultos mayores, especialmente cuando tienen hijos o nietos drogadictos.

Establecido el relativismo y difundida la creencia de que todo lo nuevo es mejor que todo lo viejo, la edad se ha transformado en una barrera no sólo para el trabajo sino para la escucha y la comprensión. El resultado es que las naciones se vacían de sus tradiciones, de su experiencia y de la cultura que acumularon los ancestros.

El tema no es del Uruguay sino en la mayoría de los países y ya está generando preocupación hasta en las Naciones Unidas, que establecieron al 15 de junio como Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez.

Para el año 2030 –dentro de sólo 6 años-  se prevé que el número de personas con más de 60 años pasará de mil millones a mil cuatrocientos millones. En el mundo habrá más gente de la tercera edad que jóvenes, y ello exigirá que se preste mayor atención a los desafíos específicos que afectan a las personas mayores, cuyos  derechos humanos se violan a puertas cerradas, sin estridencia en los medios ni en las redes.

El maltrato a las personas mayores es más que un “problema social”. Es una tragedia moral, generada por la insensibilidad sembrada a manos llenas tanto en los países desarrollados como en las naciones más retrasadas.

Los especialistas señalan que este problema requiere una respuesta mundial multifacética, que se centre en la protección de los derechos de las personas de edad. Pero el asunto no es sólo para especialistas, sino para la vida común, de puertas afuera y de puertas adentro de las familias, de conciencia afuera y de conciencia adentro.

Ya que hoy es frecuente sobrepasar los 80, los 90 y aun los 100 años, lo que hace falta es crear condiciones para que el envejecimiento sea una etapa ascensional y no una decadencia abandonada y maltratada por los reglamentos, las prohibiciones, los Bancos y los familiares.

El problema de la vejez es un tema más de amor al prójimo. Y como tal debemos resolverlo.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.