Anteayer domingo, clausurando un encuentro consagrado a la democracia, el Papa Francisco celebró una misa extraordinaria en Trieste, la ciudad del Noreste que Italia reivindicó por largos años como “territorio irredento”.
Como corresponde a todo acto litúrgico, les habló a los creyentes católicos, pero –como suele suceder- afirmó valores y reclamó conductas que están antes y más allá de los límites de la religión, pues se vinculan con una filosofía de vida que merece estar por encima de las modas y los cambios de costumbres.
Ante unas 8.500 personas en la plaza Unità d’Italia, junto al puerto de Trieste, Francisco dijo que se necesita «una fe que despierte las conciencias de su letargo, que ponga el dedo en las llagas de la sociedad: una fe inquieta, que ayude a superar la mediocridad y la pereza del corazón, que se convierta en espina clavada en la carne de una sociedad anestesiada y aturdida por el consumismo”.
Reflexionando sobre la humanidad y sobre Dios, Francisco se preguntó por qué nosotros “que nos escandalizamos por tantas pequeñas cosas… no nos escandalizamos ante el mal rampante, ante las vidas humilladas, ante los problemas del trabajo, el sufrimiento de los emigrantes”..
Y se preguntó también el Papa Francisco “¿Por qué permanecemos apáticos e indiferentes ante las injusticias del mundo?”, «¿Por qué no tomamos en serio la situación de los presos, que también surge desde esta ciudad de Trieste como un grito de angustia? ¿Por qué no contemplamos las miserias, el dolor, el desperdicio de tanta gente en las ciudades?”.
Insistimos: esos temas deben plantearse no sólo a la grey católica que sigue a su sacerdote mayor. Son temas de la comunidad humana y necesitan respuestas claras y de buena fe, desde la religión, la filosofía, el arte y todas las manifestaciones superiores del espíritu.
Una enorme enfermedad de indiferencia, distancia y tedio se ha extendido por sobre las fronteras geográficas e ideológicas, sumiendo a las conciencias en letargo y pereza.
Pero es demasiado cruel el mundo inhumanizado que avanza sobre nosotros.
Por lo cual, a todos nos renace el deber de despertar a la crítica y afirmar valores universales que tiendan manos al prójimo.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.