En la reunión Cumbre del Mercosur realizada en Asunción, el Dr.  Luis Lacalle Pou dijo que “No solo es importante el mensaje, es importante el mensajero. Si el Mercosur es muy importante, acá deberían todos los presidentes. Yo le presto importancia al Mercosur”.

Con esas frases aludió tajantemente a la singular ausencia del economista Javier Milei, Presidente de la Argentina, quien, como se sabe, adujo que no podía ir “por problemas de agenda” pero en realidad no viajó al Paraguay para no encontrarse con el Presidente de Brasil, Ignacio Lula Da Silva.

El comentario tiene importancia, porque nuestro primer mandatario lo formuló en momentos en que estaba asumiendo la Presidencia temporal del Mercado Común del Sur.

Y tiene importancia también porque la ausencia del Presidente de la República Argentina en una Cumbre del Mercosur no merecía pasar inadvertida ni aceptarse en silencio, ya que el verdadero motivo de que el señor Javier Milei no haya viajado a Asunción es su distanciamiento personal y su enfrentamiento ideológico con el Presidente Lula.

Más grave aún, la ausencia del Presidente de la Argentina se produjo el lunes, después que en la víspera -el domingo- acudió presto a un foro en Santa Catarina, Brasil, donde se reunió con el ultraderechista Jair Bolsonaro, ex presidente brasileño y rival de Lula: lo cual confirmó que la motivación para que Milei pegara el faltazo al Mercosur no fue la falta de tiempo sino su militancia político-ideológica.

A nuestro juicio, el Dr. Lacalle hizo muy bien en señalar la contradicción entre afirmar la importancia que para los países miembros tiene el Mercosur y dejar vacía la silla presidencial del país que, a pesar de todos sus tumbos, sigue siendo la segunda economía de la región.

Si queremos que América del Sur sea respetada, debemos empezar por colocar la conciencia institucional muy por encima de los enfrentamientos personales y mucho más allá de las teorías económicas que cada gobierno abrace.

Si queremos de veras establecer la libertad de los pueblos, el primer deber es suprimir los personalismos, los caprichos infantiles y las groserías internacionales.

En definitiva, sigue siendo verdad lo que nos enseñó Artigas desde la Oración de Abril: Es muy veleidosa la probidad de los hombres y por eso hacen falta las seguridades de la Constitución.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.